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27 febrero Jesús 2 comentarios

A veces, Sandra siente el deseo irrefrenable de echar una siesta. Ya nos han dicho que no debe luchar contra el sueño, así que si se lo pide el cuerpo y el momento nos lo permite, se echa una siesta. (Aunque, para ser sinceros esta afición ya la tenía antes del embarazo :-) ). Hemos notado que es al despertar de estos sueños cuando más cambios suele notar en su cuerpo.

El domingo pasado, por ejemplo, después de una siesta de hora y media (más o menos) se despertó sintiendo la barriga... más pesada. Al levantarse nos dimos cuenta de que el volumen de su tripa había aumentado visiblemente. El útero había aprovechado este rato de sueño para expandirse de lo lindo. Más tarde se dio cuenta de que también los pezones habían aumentado considerablemente su tamaño.

Esta es la silueta de Sandra después de la siesta comparada con una simulación de la misma silueta basada en una foto de las pasadas navidades. El cambio es evidente.

Hoy a vuelto a ocurrir algo parecido.

La verdad es que me alegra ver estos cambios. Me ayuda a convencerme de que, si las cosas siguen su curso es que todo va bien por ahí dentro.

He visto muchos otros casos en los que el embarazo no se notaba nada, incluso mucho después, pero sé que depende de cada mujer. Dicen, (habladurías populares de las que no tengo ninguna prueba científica), que las mamás primerizas suelen tener menos barriga que en los posteriores embarazos, en los cuales el útero ya ofrece menor resistencia a la expansión.